
Algunos pocos, sus más allegados quizás, tomen dimensión del papel que el padre Juan Cruz Villalón tuvo en la vida del papa Francisco. En los últimos años, principalmente en estos meses donde la salud del sumo pontífice se había deteriorado y necesitaba otro tipo de atención, fue el elegido por Francisco como su secretario, aunque en los últimos meses también lo integró al Dicasterio para el Clero. La discreción ha sido una de sus cualidades más destacadas, sin embargo, aparece en muchas imágenes junto a Bergoglio empujando su silla de ruedas.
El destino quiso que sea el propio Papa quien en el 2011 lo ordenara como sacerdote y a partir de allí trazaran una estrecha relación que solo Dios pudo interrumpir, esa amistad hizo que varias coincidencias los marcaron para siempre. El San Lorenzo querido, al igual que toda la familia Villalón, la pasión por el catolicismo y hasta una palabra en común que los unía en la fe, San Pedro. El nombre de la ciudad cuya iglesia fue declarada Basílica, la que a Juan Cruz Villalón lo vio nacer, criar y crecer como persona, y a la vez el lugar que en Roma los encontró a diario y vaya cosa del destino, ahora será el lugar de responso del sumo pontífice, quien será velado desde el miércoles en la Basílica de San Pedro y desde allí, el 26 de abril, se trasladará a la Basílica de Santa María la Mayor para su inhumación.
Hace cinco años Juan Cruz Villalón fue el elegido por el papa Francisco para acompañarlo hasta sus últimos segundos con vida, permaneció junto a él durante el período en estuvo internado por un cuadro de neumonía bilateral, y se lo vio en Semana Santa, el domingo, en su última aparición en público llevándolo en su silla de ruedas y saludando a los fieles, como cuando estuvo a su lado en ocasiones significativas, como en la última Navidad, cuando lo acompañó y cruzaron la Puerta Santa de San Pedro
Es Juan Cruz Villalón, el elegido por Francisco, el amigo, el asistente, el vecino, el sampedrino que tuvo el privilegio de estar a su lado, único entre 1.400 millones de fieles que se calcula tiene el catolicismo, algo que no se da muy a menudo, de una magnitud inigualable y de la que se tomará dimensión y valor con el paso del tiempo.