
“Algún día me van a decir de dónde salí”, dijo María Teresa, insultó y pegó un portazo. Llevaba años tratando de averiguarlo pero la vida se le había vuelto insoportable. Enrique, uno de sus hermanos, siguió el mismo camino y llegó a los mismos callejones sin salida. Pero en 2017, tras juntar un documento público borroneado con Gillette y una confesión, hizo la denuncia penal. “Lo que siento es impotencia”, dice mientras cuenta su historia por primera vez
Sucedió hace casi 50 años
“Les pregunté de qué hablaban y ninguno me contestó, era obvio que estaban hablando de mí. Infobae
“Me lo dijo sin vueltas, viste que a esa edad uno no tiene mucho filtro... ‘ustedes son adoptados’, listo. Lo sabían ellos, que tenían 8 años, porque en San Pedro nos conocemos todos cornudo
Enrique creyó entonces que había descubierto la verdad, aunque eso que había escuchado -desgrana ahora- era parte de la mentira.
Un infierno particular
Enrique Marzorati volvió a su casa, se sentó a la mesa a cenar como siempre y no dijo una palabra. hermetismo
“Si tenía alguna pregunta me la tragué durante años. Ya más de grandes mi hermana María Teresa averiguaba por su lado y yo por el mío y a la noche nos sentábamos a tratar de atar cabos. ‘¿Qué averiguaste? ¿y vos?’. Pero la verdad que en esa época sin Internet y sin celulares no llegábamos a nada
Preguntarle a sus padres directamente -sigue- no parecía una opción. “Es que mi casa era de terror: infierno
Enrique se fue quedando callado, aislado. Sus padres tenían una heladería sobre la calle Mitre, en San Pedro, “estaban todo el día ahí”.
El siguiente eslabón de la historia se parece mucho al primero: él entrando a un lugar en el que otros cuchicheaban, él escuchando algo que no debía. La diferencia es que llegó recién cuando tenía 21 años.
“Mi hermana estaba discutiendo con mi madre en la heladería y yo entré justo para escuchar la frase final. María Teresa le dijo: ‘Algún día me van a decir de dónde salí’
“Yo me quedé parado frente a mi mamá, mirándola, y le pregunté por primera vez: ‘¿Qué hay de cierto en todo esto?’. Y me respondió: ‘Es verdad, pero prométeme que no van a hacer nada’. A mí me agarró como un bloqueo emocional
Su madre todavía vive, tiene 89 años, Enrique ya no tiene relación con ella: “Está ciega y sorda”. Más metafórico, imposible.
Los años seguían pasando, acumulándose
“Fui a buscar mi formulario 1, donde están las huellas digitales, donde dice fecha y lugar de nacimiento de cada persona y ahí me doy cuenta de que mi formulario estaba borroneado en la parte donde dice ‘nacido en’. Borrado no con goma sino con Gillette
Decía que había nacido en Pichincha 872, Capital Federal
El daño ya era descomunal y mientras Enrique creía que podía estar por fin averiguando algo, su hermana María Teresa llegaba a un límite.
“Se suicidó“¿Sabés quién la encontró colgada? Mi padre
Teresa tenía 36 años.
Enrique llevaba una larga vida de un profundo silencio
“Ya tenía 42 años, terapia de por medio logré sentarme con mi padre y plantearle la situación. Le dije ‘contame la verdad’.
La confesión
Lo que el hombre le dijo Enrique lo llama “la confesión
“No lo hacía solo. Había un médico de San Nicolás que le proveía los certificados de nacimiento en blanco. Y había otro médico de Capital que participaba. Este último casualmente estaba casado con una mujer que tenía una maternidad”.
El resto lo explicó en la denuncia penal, a la que accedió InfobaeMi padre recibía las partidas y las tenía con él, cuando lo llamaba uno de estos doctores informándole el nacimiento de algún bebé, ellos viajaban a buscarlo y ahí completaban la documentación”.
“Se trajo cuatro bebés para él”, sigue Enrique, y deja en claro que le dice “padre” por costumbre aunque sabe que se trata de una “apropiaciónera bien hombre y que podía ser padre
Según cuenta Marzorati, en esa charla el hombre también le dijo que “había traído a dos bebés másque ya era mucho
No le dijo explícitamente que había dinero de por medio “pero yo era bastante observador en ese entonces, y recuerdo que este médico de San Nicolás de buenas a primeras empezó a aparecer en casa o en la heladería una vez por mes. Venía con la familia, se encerraban en una oficina, y el tipo siempre salía con un sobre. Uno cuando va creciendo se va dando cuenta de las cosas: no era una visita, era un día de cobranza”.
Enrique anotó todo lo que su “padre” le dijo para no olvidarse de los detalles y de los nombres.
“Pero también quería saber de dónde venía yo, quiénes eran mis padres biológicos
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“En ese momento por mi trabajo en el Registro de las Personas yo tenía mucha relación con el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos y medio como apretándolo le dije: ‘Si no me decís toda la verdad yo levanto el teléfono y hago lo que tengo que hacer’. Pero como es un psicópata‘¿y? Hacelo”.
Enrique planificó los pasos que siguieron. Primero se acercó a una ONG llamada “Quiénes somos”, después a otra llamada “Por Nuestra Identidad”. Así conoció a otras personas con historias calcadas. Así también supo que la partera que firmó su partida era Rosa Martínez de Poggi“parteras del horror”
El 5 de octubre de 2017, ocho años después de “la confesión”, Enrique Marzorati “cansado de ya no saber por dónde buscar” supresión de identidad.
“Me citaron del servicio de Genética Forense, en Capital Federal, para tomarme muestras de ADN. También a ellos pero nunca fueron. Hace poco mandaron a un grupo de médicos a tomarles las muestras a su casa pero se negaron a través de su abogado que presentó un recurso diciendo que era muy invasivo
Está esperando que el juez firme una nueva orden “para que se los hagan con cabello o saliva”, pero la urgencia ya es otra. “Los dos tiene 89 años. Saben la verdad, ya no queda mucho tiempo”.
Después se despide, primero sólido: “Yo busco justicia, que se demuestre que él estuvo metido en todo eso”. Después, por primera vez, se le quiebra la voz:
“¿Qué siento? Mucha impotencia
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